Mientras la noche se acerca el universo se simplifica a estrellas y galaxias. Y me voy entregando a los colores que pinta el sol en el cielo hasta mezclarme a la nada. Y mi alma comienza a despegar a esa dimensión, despegar de la realidad a ese millón de átomos y alejar tanta banalidad, ruido y mediocridad que conviene según la pluralidad. A ese lugar despegar y escapar no existe una fuerza que impida que mi alma ambicione ese espacio con locura. Viajar a ese lugar carente de formas pero lleno de intensidad.
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