Haoroko Reflect |
Las montañas se robaron las últimas gotas del ocaso. Pedía por más minutos de arena para escribirle a la tarde, tan fugaz como el recuerdo. El silencio, la otra cara de la noche, bienvenida me encanta verte y me duele ver el sol derretir. Afuera todo un laberinto y en mi habitación abren las alas. Si te asomas se pierden tus ojos en el paisaje y el misterio de la luna. El día rompió el disfraz, se esfumo y mostró sus secretos. Afuera el tiempo se desvanece y adentro no existen los calendarios.
Sobre la piel puntos luminosos, tanta claridad y en el techo la imaginación volando. La brisa quiere mirar las luces sembradas por estrellas. Tú y la noche caen en mis ojos y en mis labios antes de quedar dormida. Contaré: un, dos tres para que mis párrafos se escondan en tus latidos. Las palabras sueltas huyen ante las caricias que palpitan. Tanta luz nos hizo cerrar los parpados, estrellar flores, besos y sofocar las ansias. Ahora dos ajenos a lo que afuera pasa, atentos somos uno en el momento y el fuerte latido que brilla al bombear.
En el fondo los árboles se abrazan en el ritmo que siguen las hojas enmarcadas en la ventana por donde entro en un soplo el avión del olvido y la amnesia de penas. Y lo oscuro se quebró, cuando el día despertó y nos vestimos de hoy.
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