Un oasis me hace imaginar
las nubes más al sur,
un bosque y agua cristal.
Corriendo voy sin llegar
a lo que el viento desdibuja
y el lago se hace arena.
Mis piernas en el poso
cavado por promesas.
La noche toma asiento
cargada por la bruma.
La madrugada engañosa
que juega conmigo y con vos
que piensa que no abre el telón
pero ahí regresa nuestra estrella.
Las ocho y cincuenta y dos
mañana tan plana y azul.
Dorada siempre se abraza a la luz.
El alba que extiende sus brazos.
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